martes, 16 de octubre de 2012

Iván Zulueta. Filmando Peligrosamente

Donostiarra de nacimiento, dibujante y pintor, pero cineasta por vocación. A los veinte años de edad viajó a New York donde se embriagó con el Pop-Art de los años sesenta, los trabajos de Robert Rauschenberg, Roy Lichtenstein, Tom Wesselmann o Andy Warhol desencuadraban su mente y rompían sus esquemas.

Realizó sus estudios cinematográficos en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid (estudios que no llegó a terminar) donde José Luis Borau fue su profesor de guión y para cuya productora trabajaría. A finales de la decada de los sesenta fue ayudante de dirección en el programa de televisión “Último Grito” (1969) el cual fue el germen de la película “Un, dos, tres, al escondite inglés” (1969).




Entre los años 1971 y 1979 realizó diversos experimentos cinematográficos en formato Super-8, “Roma-Brescia-Cannes” (1974), “Mi ego está en babia” (1975), “Aquarium” (1975), otros de ellos mediante la apropiación de metraje encontrado así como la aceleración de imágenes, el collage; tal es el caso de “Kinkón” (1971), donde Zulueta filmada en Super-8 y comprime en seis minutos y medio la versión clásica de “King Kong”, de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack (1933). Manipula el metraje, acelera y reduce la velocidad del argumento, recortando un poco por aquí, eliminando bastante más por allá, ralentiza las imágenes en los momentos de mayor tensión con el único propósito de alargar el sufrimiento de los espectadores. Similar intervención que un año más tarde repetirá en “Frank Stein” (1972), al obtener acceso, esta vez a la película en 35mm de James Whale “Frankenstein” (1931), el resultado es una abreviación del Frankenstein original, reduciendo esta a tres minutos de duración, y en la que de vez en cuando la imagen se congelaba, sin ninguna razón precisa, pretendiendo que el espectador reflexionase de alguna manera a cerca del motivo de dicha pausa.



Un interesante ejercicio de metraje encontrado que nos invita a reflexionar sobre la duración de las películas. En “Masaje” (1972), repite la misma formula pero esta vez la intervención es realizada sobre la grabación en Super-8 de la programación completa emitida a lo largo de todo un día por TVE (recordemos que en aquella época tan solo existían dos canales en los televisores de nuestro país). En las imágenes puede apreciarse la retransmisión del desfile de la victoria y una manifestación sindical, todo casi subliminal. Zulueta continuó a lo largo de la década de los setenta realizando diversos experimentos en Super-8, como por ejemplo: “Roma-Brescia-Cannes” (1974), el registro documental de un viaje, trasladarse de un sitio a otro, el trayecto, los planes cumplidos. De la Roma turística antigua y monumental, a una soleada casa en mitad del campo cerca de Brescia, hasta llegar a Cannes, donde excéntricos personajes se pasean cerca del mar esperando la noche, y la Croisette abarrotada donde se proyecta “La conversación” de Coppola.

Mi ego está en babia” (1975), película de cuarenta minutos de duración donde un hombre llega en una isla típicamente mediterránea. Los habitantes le cuentan la historia de su ego, que hay que volver a encontrar con toda urgencia. El hombre se lanza a la carrera en busca de su otro yo y se pierde fatalmente entre la multitud de seres desdoblados.“A Mal Gam A” (1976) donde la materia y la forma son elementos de exploración cinematográfica. Una casa (la de Zulueta, Villa Aloha) y un hombre (el propio Zulueta), recuerdan el universo cerrado del Ángel Exterminador de Buñuel. Las escenas, pedazos inconexos de la realidad, recuerdan el cine undergroud de Warhol y a Psicosis de Hitchock.





Iván Zulueta rodó “Leo es pardo” (1976) en 16mm para experimentar con texturas, sonidos y formatos, y cuestionar los cánones cinematográficos del cine comercial en boga. La película introduce la temática de la dualidad y el desdoblamiento de personalidad, recurrente en su obra y que empujará hacia el límite en Párpados (1989), pieza televisiva en la que el juego de espejos, la experimentación con la imagen y escisiones se multiplican hasta la atomización.


Arrebato” (1979), José Sirgado, director de cine de treinta y pocos años de edad, ha terminado su segunda película y se siente profundamente insatisfecho por muy diversas razones. Una puede ser que sus relaciones con el cine no tienen nada que ver con lo que él había imaginado, otra puede ser que su adicción a la heroína le ha dejado una huella más profunda de lo previsto, o quizá sea su tumultuosa relación con Ana, protagonista de su primera película. Al volver a su casa se encuentra con un paquete enviado por Pedro, un antiguo conocido, que contiene una cassette y un rollo de película que hará que Pedro se enfrente a sus demonios pasados y presentes.


 

Hay cosas que teniendo más vidas, más tiempo, más todo, me encantaría tocar…”

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